literature

La Hora del Crepusculo- 2

Deviation Actions

Noe-Izumi's avatar
By
Published:
562 Views

Literature Text

2
~La fuente~

Link llegó a la ciudadela cuando el sol ya brillaba alto en el cielo. Estaba agotado por la caminata, y pese a pasar ante el mercado, ahora lleno de vida, no se detuvo a calmar su sed ni su hambre. Seguramente Midna protestaría por no estar concentrado en su misión, pero la única cosa que cabía en su mente era Ilia. Tenía que asegurarse de que estaba bien.

Cuando entró a la taberna, un médico muy bajito de enormes y gruesas gafas abandonaba la sala muy airado murmurando que el niño enfermo no entraba dentro de su especialidad, que eran los humanos. Por lo demás, todo estaba igual que cuando había estado allí en su forma de bestia, como si no se hubiesen dado cuenta de nada (y, en realidad, había sido así). El corazón de Link dio un vuelco cuando vio a Ilia intentando detener al médico en vano. La pierna de la chica estaba vendada y Link recordó la flecha que la había alcanzado en Ordón.

— Soy yo. Soy… — no pudo seguir; las palabras simplemente se negaron a salir de su garganta cuando vio el vacío en los ojos de su amiga, que le había mirado como si no le conociera.

Link se sentía mareado. Todo estaba pasando muy deprisa: Ilia no se acordaba de él, y el niño, sin atención médica, podía morir de un momento a otro. Además, la tabernera, una mujer de armas tomar llamada Telma, le había tomado por un soldado que se ofrecía voluntario para escoltarlas hasta Kakariko. El pequeño podría salvarse gracias a las habilidades de Leonardo, al que Link había conocido cuanto salvó las tierras de Eldin.
De algún modo, Telma había sabido que conocía a Ilia, aunque ella no le recordara, y le contó lo poco que sabía sobre ella y el niño enfermo. Link supo entonces que Ilia había estado toda la noche en vela cuidando del príncipe, y que pese a todas las calamidades por las que había pasado, estaba dispuesta a hacer todo lo posible para salvarlo. Los ojos de aquella tabernera rebosaban determinación y bondad. Link quiso contarle todo lo que había pasado y decirle quién era el niño en realidad, pero algo le dijo que no era el momento. Ya lo sabrían Ilia y ella, a su debido tiempo: ahora, lo importante era salvar al pequeño. Además, algo dentro de él le decía que cuanto menos supieran sobre su cometido la gente a su alrededor, menos peligro correrían.

— Hum. Veo que además de la espada llevas un arco —le dijo la tabernera—. ¿Sabes disparar?

— Creo que no se me da mal… — dijo el muchacho, encogiéndose de hombros.

— Pero tienes el carcaj casi vacío… Ve a por flechas. Vamos a necesitarlas, los alrededores están plagados de monstruos. Aunque algo me dice que te has dado cuenta de eso hace tiempo… ¿Cómo te llamas, muchacho?

Link se lo dijo. Telma sonrió.

— Un nombre curioso. Ve, Link. Yo te espero aquí con tu amiga y lo iremos preparando todo.

Con el corazón todavía encogido por la sonrisa vacía que le había dedicado Ilia al entrar al local, Link dejó la taberna camino al mercado. Encontró una tienda en la plaza, pero los precios eran más que prohibitivos; en ningún zurrón de todo Hyrule cabrían tantas rupias. Mientras abandonaba el local, ante la mirada de reprobación del portero por sus botas manchadas de barro, se preguntó para qué querrían flechas unos clientes tan estirados y pretenciosos como aquellos. Por suerte, al otro lado de la plaza, en un edificio que parecía abandonado, encontró un Goron que le vendió flechas a un precio mucho más razonable.

Fue al salir del edificio cuando notó el extraño escalofrío, como una levísima corriente eléctrica recorriéndole toda la espina dorsal.

Alguien le estaba observando. No se trataba de las miradas curiosas de la gente ante su curioso atuendo y la espada y el escudo que le colgaban a la espalda. Era algo más, como si estuvieran analizándole, invadiéndole. Se sintió inseguro, frágil.

Link…

El corazón le dio un vuelco. Miró a su alrededor, buscando la procedencia de la voz, pero ninguna de aquellas personas, absortas en sus asuntos, parecía estar mirándole. Inquieto, emprendió la marcha. El continuo murmullo de la gente empezó a oírse cada vez más distante, acallado por una especie de zumbido extraño. Volvió a oír una voz susurrante, que parecía venir desde muy lejos, y al mismo tiempo, desde lo más profundo de su mente.

Link…

El joven hyliano se paró en seco cuando algo vibró dentro de su cabeza, como un palpitar sordo que seguía el ritmo de su propio corazón. A su alrededor, todos los demás sonidos se apagaron. No fue consciente de la niña que tropezó contra él.

El agua… Ve al agua, Link…

Justo en el centro de la plaza, en el corazón mismo de la ciudadela, había una enorme fuente esculpida en mármol, con el emblema de la familia real coronando la cima. Unos niños se salpicaban unos a otros con el agua ante los gritos de reprobación de una anciana, y un grupo de jóvenes charlaba animadamente sentados en el borde, pero para Link era como si no existieran. No podía oír sus voces, ni sus risas. Algo le impulsaba a ir hacia la fuente, como si su cuerpo obedeciese a otra persona.

Link…

Con el corazón desbocado, pese a que su rostro no reflejaba emoción alguna, Link se asomó al borde de la fuente. El agua cristalina le devolvió su propio reflejo. De repente, este empezó a distorsionarse hasta convertirse en una forma oscura, indefinida. Link se inclinó hacia delante; un brillo rojizo pareció centellear por un levísimo instante en sus pupilas contraídas por el horror.

Ven a mí…

De repente Link sintió que no podía respirar. Todo se nubló. Cayó a plomo sobre los adoquines, acompañado por el grito de horror de la anciana que había estado reprendiendo a los niños. El vació se lo tragó.



Link…

El joven giró la cabeza a un lado y a otro, siguiendo el sonido de la voz. Se incorporó sobresaltado, recordando de repente la fuente, la multitud, las risas y las voces de los niños. Pero no había ni el más mínimo atisbo de luz que le ayudase a ver algo en medio de aquellas tinieblas.
Link…

— ¿Quién eres? ¿Eres Zant?

Una risa maliciosa resonó en sus oídos, sobresaltándole; por un instante le pareció que sonaba dentro de su cabeza. De repente, una extraña inquietud hizo presa de él. El corazón empezó a latirle con fuerza, entrecortando su respiración.

— ¿Quién eres?...

Solo soy alguien que conoces bien.

— Basta de trucos, Zant. ¡Déjate ver!

Durante unos instantes solo hubo silencio. Luego la voz volvió a resonar en sus oídos.
Nos veremos pronto, Link.

Aquella respuesta no solo le desconcertó, sino que le irritó aún más.

— ¡Basta! ¡Muéstrate! No te tengo miedo—. Mentía. Un miedo insano, absurdo, le roía las entrañas. La risa que escuchó le dio escalofríos. Un velo rojizo le cegó y sintió que caía en un abismo de oscuridad tan profundo que parecía no tener fin…

— Link, ¿puedes oírme? Link…

Su conciencia regresó a él con una sacudida de su cuerpo, como quien despierta de repente de una pesadilla. Todavía tenía los ojos fuertemente cerrados. Notaba que un sudor frío empapaba su cuerpo; su respiración era un jadeo entrecortado.

— Tranquilo, jovencito… no pasa nada…

Era la voz de la tabernera; parecía preocupada. Otra voz, ronca y chillona, se unió a ella.
— Señorita Telma por favor, no lo agobie. Déjele respirar…

Ella respondió con un gruñido, sin hacer caso. Link intentó abrir los ojos, pero sus párpados parecían pesar una tonelada. El velo rojizo todavía palpitaba ante sus ojos, cada vez más débilmente, hasta que desapareció.

— Link, ¿te encuentras bien? ¿Puedes oírme? ¿Cuántos dedos ves?

El muchacho abrió ligeramente los ojos, alentado por la voz de la tabernera, al mismo tiempo que un sutil perfume penetraba en su nariz. Sus aturdidos ojos se encontraron directamente con su generoso busto.

— Hay dos… —musitó con voz ronca.

La tabernera rió de buena gana.

— Vaya, creo que ya está bien… —dijo— Al menos sabe contar…

Su carcajada bastó para hacer volver del todo a Link; el muchacho desvió la mirada de golpe, tan abochornado que deseó desmayarse otra vez. Vio que estaba tumbado en una especie de cama, rodeada en parte por unas cortinas blancas. A su alrededor había muebles enterrados en un desorden de libros, papeles y tarros de cristal con cosas que prefería no saber qué eran flotando dentro. Aquella debía de ser la consulta del médico que había visto salir de la taberna.

Telma dejó escapar un suspiro de alivio.

— Menudo susto me has dado, jovencito… Ten. Bebe un poco…

Ayudó a Link a incorporarse y le tendió un vaso de agua; el muchacho no se había dado cuenta de la sed que tenía hasta que empezó a beber.

— Eh, despacio… — le guiñó un ojo— ¿Qué ocurrió? Tardabas tanto que fui a buscarte a la plaza, y te encontré inconsciente al lado de la fuente, rodeado por decenas de curiosos. Como no te despertabas, te traje hasta aquí. No me quedó otro remedio… —musitó entre dientes, mirando con ojeriza al médico.

El aludido no se dio cuenta, absorto en examinar el pulso del muchacho.

— Hummmm. Ahora parece normal. No es nada grave. Es un clarísimo caso de agotamiento —dijo.

— No irás a cobrarle nada, ¿no? —dijo Telma, mirando al galeno con desconfianza.

— ¿Qué dices, mujer? ¡Es mi trabajo! No hago esto gratis, será posible… —exclamó el médico, soltando la mano de Link con tal ímpetu que el muchacho protestó entre dientes. Todavía malhumorado, se acercó a una estantería y cogió una botella llena de un líquido de un rojo brillante— Que se tome esto, se encontrará mejor enseguida.
Le tendió la medicina a Telma; la tabernera la dejó sobre la mesa con un ademán brusco.

— Parece un simple viajero, ¿qué te hace pensar que tendrá dinero suficiente con que pagar la desorbitada factura que le vas a encasquetar por un vaso de agua, una poción que se puede comprar más barata en cualquier tienda y un chequeo de quince segundos, eh?
Abochornado, Link se sentó, tratando de interrumpir la acalorada discusión.

— No pasa nada, yo… tengo dinero... Tenga… — cogió su zurrón y le tendió algunas rupias— ¿Es suficiente con esto?

A Link le pareció que, tras las gruesas gafas, la codicia brillaba en los ojos del médico.

— Me temo que son cinco rupias más, jovencito… Más otras cuarenta por la poción…
Link empezó a meter la mano en el zurrón, pero Telma lo detuvo y miró al médico con una expresión que le hizo agradecer no ser él en ese momento.

— Por cierto, "doctor"… Te recuerdo que todavía me debes dinero —dijo la mujer, alzando una ceja.

El médico agitó la mano, irritado.

— Te pagaré, te lo prometo… Solo necesito reunir un poco más…

Telma bufó, exasperada.

— ¿Te has preguntado por qué no tienes dinero? Porque apenas tienes pacientes, pese a ser el único médico de toda la ciudad. Y, ¿por qué no tienes pacientes? No solo porque les cobras muchísimo por decirles obviedades, ¡sino porque eres un maldito cascarrabias! Considera esto la mitad del dinero que me debes —cogió la poción con brusquedad y agarró a Link del brazo— ¡Vámonos!

Link tenía ojos como platos cuando abandonaron la consulta, sin ni siquiera dar tiempo al médico para responder.

— ¡Ese hombre me desquicia! —vociferó; luego suspiró profundamente— Por muy buen médico que sea, es incapaz de ayudar a nadie, solo piensa en los beneficios… Perdona el espectáculo, muchacho… ¿Te encuentras mejor?

Link meneó la cabeza, quitándole importancia.

— Si te sientes con fuerzas, será mejor que volvamos a la taberna. Tu amiga nos está esperando.
Link la siguió; estaba aterido y las piernas todavía le temblaban, pero no creyó que fuera a desmayarse de nuevo. Supo que lo mejor era hacerle caso al médico y achacarlo todo al cansancio; no había probado bocado desde la noche anterior, y el camino hacia la ciudadela había sido largo y arduo.

De camino a la taberna, todo lo que había ocurrido regresaba a su mente poco a poco. Recordó la voz, su reflejo en el agua, el extraño escalofrío que le había sacudido todo el cuerpo… Cuando llegaron al callejón, los oídos volvían a zumbarle; todo se nubló de repente y Telma tuvo que agarrarle, ayudándole a sentarse en una caja de madera.

— Muchacho, todavía no estás bien —le dijo; notó su frente empapada en un sudor frío¬—. Creo que será mejor que esperemos un par de horas más…

Link negó con la cabeza.

— No… —dijo con voz entrecortada— Ese niño necesita ayuda cuanto antes, no podemos hacerle esperar más... Ya estoy bien, de verdad… Vamos…

El muchacho se adelantó y entró a la taberna. Detrás de él, Telma esbozó una sonrisa triste. No sabía de dónde había salido aquel misterioso joven, pero supo que era una especie de regalo de las diosas.
EDITADO: un pequeño error del argumento ^^;

¡Capitulo dos! :3

Para mas información, la versión en inglés: [link]
© 2012 - 2024 Noe-Izumi
Comments14
Join the community to add your comment. Already a deviant? Log In
Pri-Yagami's avatar
ya sabes que me encanta ^^